Círculos

Subir cada tarde al monte para ejercitar mi cuerpo y como recompensa pasear y contemplar los atardeceres se ha convertido en una medicina para mi alma. Estar pasando por un tránsito doloroso (de esos que tienen un antes y un después) me ha llevado a buscar y encontrar en esos paseos el hogar interno y externo perdidos. Sí, esos caminos de tierra, sus piedras, sus árboles y todos esos seres que habitan y visitan ese monte, así como los días ventosos, lluviosos, fríos o soleados, los siento como mi hogar. Ahí me siento acogida y sostenida, ahí puedo estar y ser libremente. Cada día subo a ese encuentro, a veces con ánimo, otras con congoja, muchas con la cabeza hecha un torbellino y otras como cuando hay que tomarse un remedio para sentirse mejor. Subir purga mi cuerpo y mis penas y al llegar a las alturas me ayuda a mirar la vida de una manera más amplia. Ahí, en la cima, giro 360 grados sobre mis pies y observo esta ciudad que tanto amo, su mar y sus montañas. Allá arriba tengo a veces la suerte de ver al mismo tiempo la caída del sol por un lado y la aparición de una luna llena por el otro, dos círculos potentes y hermosos, un espectáculo que por más que se presencie muchas veces, es siempre bello, sobrecogedor, mágico. En las alturas, entro en una dimensión paralela y al bajar, retorno al punto de partida con un poco más de paz en mi corazón y agradecida de ese abrazo cálido que me ofrecen esas tardes donde se me regala belleza y paz sin que me pidan nada a cambio, porque así es ella, la naturaleza, absolutamente incondicional.
En ese espacio, nació la idea del círculo, el círculo como símbolo de vida, muerte y renacimiento, ese ciclo eternamente infinito. El círculo que contiene el todo, como esa naturaleza que me rodea y me contiene toda. El círculo como símbolo de movimiento, movimiento inherente a la vida, de lo contrario llega la muerte. Y es que estamos en ese constante movimiento del cual nos percatamos a penas. Sin embargo, otras veces ese movimiento lo accionamos a conciencia para poder seguir en este viaje cósmico. Con la esperanza de convertirme en una mejor versión de mi misma y despojarme de aquello que ya no me sirve, muero a consciencia para poder renacer y crecer en una dirección diferente.
Esos círculos los quiero llenar de flores y hojas, de pedacitos de cielo, de pedacitos de mi porque yo también soy naturaleza y finalmente impregnarlos de esa magia que en mí se produce cada vez que voy al encuentro de ese nuevo hogar.
Cuando las cosas iban mal, Rubén, un ser muy sensible que una vez habitó este planeta, decía: “Mira las flores, ahí encontrarás la respuesta”.
Y ahí voy, poco a poco buscando y encontrando, muriendo y renaciendo, abriendo y cerrando, contrayéndome y expandiéndome, llorando y sonriendo en ese círculo sagrado donde se expresa la vida.

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